lunes, junio 23, 2008

Un aporte para reflexionar e iluminar la realidad nacional


MENSAJE DE LOS SACERDOTES

DE LA ARQUIDIÓCESIS DE CÓRDOBA

a nuestra comunidad arquidiocesana

Los sacerdotes de la arquidiócesis de Córdoba, en comunión con nuestro Padre y Pastor Carlos José Ñáñez, caminamos junto a nuestro pueblo y sus sufrimientos y alegrías, sus frustraciones y esperanzas, son también los nuestros. Haciéndonos eco de la voz del Espíritu que nos llama en este tiempo a “acortar distancias” para encontrarnos, en nuestra reunión anual de formación permanente en Cosquín, nos sentimos urgidos como presbiterio a tener un gesto de presencia comprometida frente a los clamores de la hora presente: adelantar el regreso a nuestras comunidades para promover en ellas, desde la oración y la reflexión, actitudes evangélicas que nos ayuden a mirar con realismo y esperanza el rumbo de nuestra Patria. Lo hacemos en comunión con lo expresado por los Obispos argentinos en la reciente reunión extraordinaria de la Comisión Permanente.

Sin pretender ser exhaustivos ni pretender expresar en pocas líneas toda la riqueza de lo conversado en estos días, junto a nuestro Pastor, en un clima de fraternidad y oración, queremos compartirles, desde nuestra mirada pastoral, algunas de las cosas que nos preocupan:

la focalización de la opinión pública y de las autoridades en el conflicto puntual del momento, dejando al margen la situación del pueblo pobre, el común, la mayoría, todos aquellos que no tienen un lugar en la estructura política ni tampoco campos, a veces ni un lote;

el abatimiento, la desazón y el cansancio que se ha apoderado de muchos de nosotros, argentinos, frente a conflictos que nos envuelven y nos conducen a un callejón sin salida;

los inconstitucionales cortes de rutas generados por los reclamos de un sector de la sociedad; el país inmovilizado, con altos índices de desabastecimiento; gestos y discursos violentos y amenazadores de la paz social; despidos y suspensiones en la agroindustria, el transporte, estaciones de servicio y otros ámbitos laborales, que afectan a nuestras familias;

que en estos 100 días de conflicto se han puesto de manifiesto graves debilidades de nuestra democracia: la concentración hegemónica de poder en el Ejecutivo, la debilidad de un Parlamento que no sesiona permanentemente, la ausencia de la mayoría de los gobernadores en la búsqueda de soluciones, una visión del país desde Buenos Aires con la consecuente minusvaloración de los reclamos del interior, etc.;

que la legitimidad de la autoridad delegada mediante el voto popular sea interpretada como un “cheque en blanco” que autorizaría a las autoridades a desoír las diversas voces de la ciudadanía;

la estigmatización y descalificación de quienes piensan de modo diverso, que impide la construcción social desde el pluralismo, y propicia una dialéctica de la división y el enfrentamiento;

que, junto con la necesaria política de derechos humanos y la revisión de nuestra historia, se pretendan imponer lecturas parciales y reductivas del pasado reciente de nuestro pueblo;

la falta de políticas de Estado y de proyecto de país, que nos condenan a estar a merced de los vaivenes de quienes ejercen la representación del poder ciudadano;

el crecimiento de la pobreza, la marginación y la exclusión que está demasiado cerca de los ojos de todos como para no verla; por más que los datos oficiales del INDEC se esfuercen por hacerla invisible, la inflación es una realidad que no se puede esconder y que reclama un urgente y global abordaje, para que no sea más gravemente afectada la canasta básica familiar, especialmente en los sectores económicamente más pobres;

que la construcción de la opinión pública desde algunos MCS esté en manos de grupos monopólicos que determinan la lectura de los acontecimientos según convenga a intereses sectoriales;

Junto a estos aspectos sombríos de la realidad, que parecieran robarnos la esperanza, vemos aparecer también algunas luces que nos alegran y nos alientan. Entre otras cosas, valoramos:

la insistencia generalizada en el diálogo como valor y medio para la solución de los problemas que nos afligen; en las manifestaciones populares hemos escuchado estos gritos: ¡Democracia, federalismo, diálogo!

que el Poder Ejecutivo Nacional haya remitido al Parlamento la consideración de la ley de retenciones, y auguramos que en el futuro su desempeño se vea libre de presiones, haciéndose eco de las justas demandas de la comunidad nacional;

la preocupación expresada a favor de una mayor y más justa distribución de la riqueza, puesta en práctica a partir de un debate que nos incluya a todos y se distancie de las inmorales prácticas clientelistas y de prebendas;

la ratificación del sistema democrático, republicano y federal, a pesar de las debilidades antes señaladas; un profundo repudio en el pueblo argentino del golpismo que en el pasado nos hizo tanto daño;

el compromiso y el patriotismo de muchos ciudadanos comunes que abandonaron el “no te metás” para constituirse en protagonistas del presente, como testimonios concretos de lo que significa pasar de ser habitantes a ser ciudadanos;

el creciente aprendizaje de la responsabilidad cívica, expresado en el rechazo del autoritarismo, la exigencia de que las autoridades rindan cuenta al pueblo de la gestión que se les confió, y el aumento de la conciencia de que el bien común debe prevalecer sobre los intereses particulares;

el interés y la seriedad con los cuales, como pueblo, estamos siguiendo el desarrollo de los acontecimientos, creciendo en capacidad de análisis crítico de los diversos mensajes;

la confianza de los creyentes de diversas tradiciones religiosas en la Providencia divina y la espontaneidad con la que se elevaron oraciones por la Patria en todos los rincones del país;

el espíritu solidario en algunos sectores de nuestra sociedad, que saben ponerse en el lugar de los más necesitados y compartir lo poco o mucho que tienen, sin dejar por ello de reclamar justicia;

la condición pacífica de nuestro pueblo, que reconoce en los otros a hermanos, rechaza responder con violencia a las provocaciones, y elige el camino de la paz.

Todo esto y todo lo que hoy nos está pasando nos responsabiliza a todos. Creemos haber aprendido de la historia el papel que como Iglesia hemos de asumir para no repetir los errores del pasado y no tener que arrepentirnos en el futuro. La proximidad del contexto del Bicentenario despierta la perspectiva de una refundación de la Patria. Somos convocados a poner las bases de una Nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común. Guiados por la espiritualidad de comunión, sigamos caminando juntos; nos anima la esperanza que no defrauda (Rm 5,5): “Jesucristo, Señor de la historia”.

Nuestra Señora del Rosario del Milagro, como pueblo que peregrina en Córdoba, te pedimos que nos ayudes a mantener el entusiasmo de trabajar por el bienestar y el progreso de nuestra Patria.

Cosquín, 18 de junio de 2008

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