lunes, septiembre 03, 2007

La diócesis de Santa Rosa celebró su fiesta patronal

Con una misa presidida por el obispo local, Mons. Rinaldo Fidel Bredice, concelebrada con todo el presbiterio, la diócesis de Santa Rosa celebró el 30 de Agosto su fiesta patronal.
"Todos estamos llamados a ser santos, es decir, vivir totalmente al servicio de Dios y del prójimo en la vida diaria", dijo el obispo en la homilía, en la que se refirió al "tema de la vida de santidad a través de las cosas ordinarias".
Explicó que "hasta no hace mucho tiempo se creía que la santidad era algo exclusivo de siglos antiguos, de hombres y mujeres extraordinarios que se retiraban al desierto, o se encerraban en monasterios de clausura, viviendo totalmente separados del ruido del mundo y aislados de los hombres", y aclaró que, "con el tiempo, guiados por el Espíritu de Dios, vamos comprendiendo cada vez mejor, que estamos llamados a ser sal de la tierra, luz del mundo, en contacto con ese mundo sin ser del mundo".
"La vida santa es una invitación que se nos hace a todos y cada uno de los bautizados -añadió-. Ser santo consiste en cumplir la voluntad de Dios en el trabajo, contemplar a Dios en el trabajo, trabajar por amor a Dios y al prójimo, convertir el trabajo en medio de apostolado dando a todo lo humano un valor de eternidad".
El prelado -citando a San Pablo- dijo que Dios "nos arrancó de las estupideces de este mundo (tales como las pérdidas de tiempo en Internet, en los jueguitos electrónicos, en la televisión basura), de buscar la gloria efímera, las riquezas engañosas, el placer desordenado" y que por el bautismo "nos trasladó al Reino de su Hijo".
"Cuando fuimos bautizados se instaló en nosotros una exigencia permanente de ascesis, de lucha, de combate con uno mismo, de renuncia, para arrancar de nosotros las tendencias negativas, los vicios e implantar las virtudes. El bautismo no es algo estático, lo recibimos habitualmente cuando niños, pero no termina allí. Sus exigencias se extienden a lo largo de toda la vida", subrayó.
En este sentido, monseñor Bredice afirmó además que "para el hombre que tiene fe, todo le ofrece una ocasión de encontrarse con Dios, aceptando los acontecimientos cotidianos como permitidos por Él. Todo puede convertirse en estímulo para la oración. La vida diaria esconde una grandeza insospechada: la de poder hacer presente el amor de Dios allí donde nos encontremos: en cada gesto, cada palabra, cada pensamiento, dejándonos mover por Él, dejándonos transformar por Él. Así, el amor al prójimo será más fácil". E instó a "pedir con insistencia la gracia de ser auténticos testigos del amor de Dios que quiere manifestarse a través nuestro".-

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