viernes, junio 12, 2009

¿HAY QUE VOTAR A POLITICOS ABORTISTAS?

¿Es pecado votar por un político que promueve el aborto?
Al referirse a políticos y promoción me imagino que estamos hablando de democracia. Vamos a enmarcar esta pregunta en el caso de un país democrático en donde los habitantes ejercen su derecho de voto para elegir a las personas que los representarán en el quehacer político.
Una democracia no se define por la ciega aplicación de la regla de la mayoría, como comúnmente se cree. Imagínese usted donde quedaríamos los gordos, los flacos, los calvos si la mayoría decidiese una acción penal contra todos los que adoleciéramos de alguna de las situaciones (no voy a llamar defectos) antes mencionados. Una democracia se define por la voluntad de desterrar privilegios y discriminaciones en nombre de una dignidad que es igual para todos los hombres. Podemos entonces decir que toda democracia se basa en el hecho de que reconoce una misma dignidad para todos los seres humanos, simplemente por el hecho de que son eso: seres humanos. Esta dignidad le da a las personas unos derechos y el Estado democrático debe reconocerlos y respetarlos. Esos derechos no están subordinados ni a los políticos, ni a los padres, ni tampoco son una concesión de la sociedad o del Estado: pertenecen a la naturaleza humana.
Uno de estos derechos es el del respeto a la vida. Por el hecho de ser concebido, ese pequeño embrión, microscópico, insignificante, contiene en sí una vida humana y por lo tanto debe ser respetada y protegida. Cuando un Estado democrático decide eliminar una porción de seres humanos está negando la igualdad de todos ante la ley. Si el Estado no pone su poder al servicio de los derechos de todos los ciudadanos y particularmente de quien es más débil, quebranta entonces los fundamentos mismos del derecho. De ahí al totalitarismo, no hay más que un paso. ¿Cuál es la diferencia entre eliminar judíos o niños no nacidos? ¿Existe alguna justificación para deshacerse de hombres y mujeres de la tercera edad improductivos para el Estado o niños que vengan al mundo con algún defecto genético? ¿Bajo qué argumentos se decide quién vendrá o no vendrá al mundo? ¿Sólo los niños rubios de ojos azules?
Cuando un partido político o un hombre que hace política promueve el aborto bajo cualquier justificación, está atentando contra las mismas bases del Estado, pues queriendo o no queriendo, pone a los niños no nacidos en una categoría aparte, en una categoría diferente a la de los demás seres humanos. Podrá justificarse diciendo que el no nacido es parte del cuerpo de su madre, que el no nacido no es un ser humano completo porque aún no puede valerse por sí mismo, que la eliminación de los no nacidos es el único camino viable para reducir el alto índice demográfico de su país y así alcanzar altos niveles de bienestar, que es un camino de conmiseración para la mujer que ha sido violado y que no quiere el hijo fruto de un acto violento. Podrá decir lo que quiera para atraer el mayor número de votos, pero en última instancia está poniendo en una segunda categoría de seres humanos a los niños no nacidos.
Un católico deberá estar siempre a favor de la vida por el hecho mismo de que la vida es un don de Dios y no está en manos de ningún hombre el darla o quitarla. Dar su voto por alguien que promueve el aborto, en igualdad de circunstancias, equivale a cooperar con el aborto, por lo tanto se iría en contra del mandamiento “No matarás”. Pero habrá que analizar bien cada situación. ¿Cuál es la propuesta alternativa de los otros partidos? ¿Las otras posturas no estarán atentando contra otros derechos fundamentales del hombre? ¿Solamente ese partido es el que atenta contra la vida a través de la promoción del aborto?
Hubo en la historia contemporánea el caso de un hombre que supo ser fiel a su conciencia y no emitió su voto a favor del aborto. Se trata del Rey Balduino de Bélgica. El 6 de noviembre de 1989 el Senado de su país había aprobado una de las leyes más laxas sobre el aborto y el 29 de marzo del siguiente año, la aprobó también la Cámara. Faltaba únicamente la firma de él para que la ley pudiera aplicarse. En un hecho sin precedentes el Rey Balduino, el 30 de marzo de 1990 envió una carta al Primer Ministro de su país explicando las razones de conciencia por las cuales no podía firmar dicha ley. “Temo que este proyecto provoque una disminución sensible del respeto de la vida de aquellos que son más débiles. Comprenda usted porqué, por todo ello, no quiero asociarme a esa ley (...) pues estimo que asumiría una cierta corresponsabilidad

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