Queridos hijos e hijas
del Pueblo de Dios
que peregrina en La Pampa:
Deseo compartir con Ustedes un sentimiento gozoso, pues dentro de pocos días viajaré a Roma junto a otros obispos, con los que formamos el segundo grupo del Episcopado Argentino que se dispone a encontrarse con el Papa Benedicto XVI. Es la visita que periódicamente hacen todos los obispos del mundo al Santo Padre, para saludarlo y entrevistarse en privado con el Sucesor de Pedro. Se llama en latín Ad limina, que significa A las puertas de las Basílicas de los Apóstoles Pedro y Pablo, objetivo de nuestra peregrinación para venerar la memoria y las reliquias de los Santos Apóstoles. Esta visita se practica desde hace mucho tiempo, se inicia en el medioevo, y es la forma personal, efectiva y práctica con la que el Papa ejerce el gobierno pastoral sobre la Iglesia Universal a través de todos los obispos que están unidos a él.
El ejemplo más remoto de esta visita lo encontramos en la actitud de San Pablo, quien se consideraba tan Apóstol de Jesucristo Resucitado y revestido de autoridad como los Doce elegidos por el Señor durante su ministerio público. No obstante, dejándose guiar por el Espíritu Santo, no dudó en subir a Jerusalén para exponer el evangelio que predicaba a los paganos ante quienes él llama “columnas de la Iglesia”, no sea cosa que hubiese corrido en vano (cfr. Ga 2, 2 ss.). Pues bien, con el mismo espíritu paulino voy a esta visita para agradecer al Papa sabio y santo, la confianza dispensada al nombrarme obispo de Santa Rosa, a la vez que deseo expresarle el cariño, afecto y devoción que tiene nuestro pueblo a su persona, como Vicario de Cristo en la tierra.
Durante la estadía en el Vaticano, hay muchas actividades programadas en Congregaciones, Dicasterios, Comisiones y otras organizaciones con las que cuenta la Santa Sede para el servicio de las iglesias particulares como la nuestra. Pero lo más importante será, sin dudas, mi entrevista con el Papa, anunciada para el día sábado 28 de marzo, a las 11.45 (hora italiana). Será la última audiencia de la mañana, y en los ajustados 15 minutos que me ofrece, pienso pedirle que nos confirme en la fe y decirle todas las cosas lindas que he vivido en estos primeros seis meses de mi ministerio aquí en la extensa y bellísima diócesis de Santa Rosa. Llevo para ese momento, en mi corazón y en mi memoria, los rostros e intenciones de las personas con las que he compartido en las visitas por donde anduve en La Pampa. Quiero hablar de su fe y de sus esperanzas, de las familias, los ancianos y enfermos, de los niños y de los jóvenes. También le comentaré de los desafíos que nos preocupan, sobre todo los lugares donde todavía no llegamos con la Buena Noticia de Jesús. Llevo también la entrega generosa y el testimonio de los laicos, los sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas que siembran con la palabra y el testimonio de sus vidas, oraciones y buenas obras, muchas semillas de esperanza y salvación en todo el amplio territorio pampeano. Le hablaré de las vocaciones en general y de nuestro proyecto de abrir un Introductorio dedicado a San José, para que muchos jóvenes en nuestro medio puedan discernir y afirmar su vocación al sacerdocio, bajo la protección de quien fuera el Custodio del Redentor. De un modo particular, deseo expresarle al Pontífice que nos disponemos de corazón a sumarnos con pasión a su llamado a una Gran Misión en nuestra diócesis. Finalmente, para cada uno de Uds. y sus familias, y para todos nuestros proyectos diocesanos pediré a nuestro Beatísimo Padre su bendición apostólica.
También quiero compartir con Uds. algo personal. Por primera vez, tengo la posibilidad de visitar, al menos en un apretado día, la Patria chica de mi padre y de mis abuelos paternos y maternos, en las provincias de Pisa, en la Toscana, y de Pavía, en Lombardía, respectivamente. Como mis antepasados, pienso en las generaciones de inmigrantes –italianos, vascos, alemanes del Volga, etc.–, que con mucho sacrificio se internaron en la pampa profunda, trayendo sueños, laboriosidad, sentido de familia y la fe católica de sus raíces, lo que constituye un valor cultural y religioso inapreciable. Llevo en mi corazón los deseos y sueños de todos aquellos que no pudieron volver a ver su tierra y son testigos de esperanza en la nuestra. Los tendré presentes en mi itinerario y rezaré mucho por cada uno de ellos.
Me encomiendo a sus oraciones, y voy confiado bajo la mirada materna de la Virgen de Luján y de nuestra poderosa intercesora, Santa Rosa de Lima.
En la Solemnidad de San José,
19 de marzo de 2009.
del Pueblo de Dios
que peregrina en La Pampa:
Deseo compartir con Ustedes un sentimiento gozoso, pues dentro de pocos días viajaré a Roma junto a otros obispos, con los que formamos el segundo grupo del Episcopado Argentino que se dispone a encontrarse con el Papa Benedicto XVI. Es la visita que periódicamente hacen todos los obispos del mundo al Santo Padre, para saludarlo y entrevistarse en privado con el Sucesor de Pedro. Se llama en latín Ad limina, que significa A las puertas de las Basílicas de los Apóstoles Pedro y Pablo, objetivo de nuestra peregrinación para venerar la memoria y las reliquias de los Santos Apóstoles. Esta visita se practica desde hace mucho tiempo, se inicia en el medioevo, y es la forma personal, efectiva y práctica con la que el Papa ejerce el gobierno pastoral sobre la Iglesia Universal a través de todos los obispos que están unidos a él.
El ejemplo más remoto de esta visita lo encontramos en la actitud de San Pablo, quien se consideraba tan Apóstol de Jesucristo Resucitado y revestido de autoridad como los Doce elegidos por el Señor durante su ministerio público. No obstante, dejándose guiar por el Espíritu Santo, no dudó en subir a Jerusalén para exponer el evangelio que predicaba a los paganos ante quienes él llama “columnas de la Iglesia”, no sea cosa que hubiese corrido en vano (cfr. Ga 2, 2 ss.). Pues bien, con el mismo espíritu paulino voy a esta visita para agradecer al Papa sabio y santo, la confianza dispensada al nombrarme obispo de Santa Rosa, a la vez que deseo expresarle el cariño, afecto y devoción que tiene nuestro pueblo a su persona, como Vicario de Cristo en la tierra.
Durante la estadía en el Vaticano, hay muchas actividades programadas en Congregaciones, Dicasterios, Comisiones y otras organizaciones con las que cuenta la Santa Sede para el servicio de las iglesias particulares como la nuestra. Pero lo más importante será, sin dudas, mi entrevista con el Papa, anunciada para el día sábado 28 de marzo, a las 11.45 (hora italiana). Será la última audiencia de la mañana, y en los ajustados 15 minutos que me ofrece, pienso pedirle que nos confirme en la fe y decirle todas las cosas lindas que he vivido en estos primeros seis meses de mi ministerio aquí en la extensa y bellísima diócesis de Santa Rosa. Llevo para ese momento, en mi corazón y en mi memoria, los rostros e intenciones de las personas con las que he compartido en las visitas por donde anduve en La Pampa. Quiero hablar de su fe y de sus esperanzas, de las familias, los ancianos y enfermos, de los niños y de los jóvenes. También le comentaré de los desafíos que nos preocupan, sobre todo los lugares donde todavía no llegamos con la Buena Noticia de Jesús. Llevo también la entrega generosa y el testimonio de los laicos, los sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas que siembran con la palabra y el testimonio de sus vidas, oraciones y buenas obras, muchas semillas de esperanza y salvación en todo el amplio territorio pampeano. Le hablaré de las vocaciones en general y de nuestro proyecto de abrir un Introductorio dedicado a San José, para que muchos jóvenes en nuestro medio puedan discernir y afirmar su vocación al sacerdocio, bajo la protección de quien fuera el Custodio del Redentor. De un modo particular, deseo expresarle al Pontífice que nos disponemos de corazón a sumarnos con pasión a su llamado a una Gran Misión en nuestra diócesis. Finalmente, para cada uno de Uds. y sus familias, y para todos nuestros proyectos diocesanos pediré a nuestro Beatísimo Padre su bendición apostólica.
También quiero compartir con Uds. algo personal. Por primera vez, tengo la posibilidad de visitar, al menos en un apretado día, la Patria chica de mi padre y de mis abuelos paternos y maternos, en las provincias de Pisa, en la Toscana, y de Pavía, en Lombardía, respectivamente. Como mis antepasados, pienso en las generaciones de inmigrantes –italianos, vascos, alemanes del Volga, etc.–, que con mucho sacrificio se internaron en la pampa profunda, trayendo sueños, laboriosidad, sentido de familia y la fe católica de sus raíces, lo que constituye un valor cultural y religioso inapreciable. Llevo en mi corazón los deseos y sueños de todos aquellos que no pudieron volver a ver su tierra y son testigos de esperanza en la nuestra. Los tendré presentes en mi itinerario y rezaré mucho por cada uno de ellos.
Me encomiendo a sus oraciones, y voy confiado bajo la mirada materna de la Virgen de Luján y de nuestra poderosa intercesora, Santa Rosa de Lima.
En la Solemnidad de San José,
19 de marzo de 2009.
+Mario Aurelio Poli
obispo de Santa Rosa
obispo de Santa Rosa
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