miércoles, septiembre 01, 2010

Festejos en Santa Rosa, La Pampa

Una multitud de fieles participó de la procesión con la imagen y las reliquias de Santa Rosa de Lima por las calles de la capital pampeana, en cuya catedral el obispo local, monseñor Mario Aurelio Poli, presidió la misa concelebrada en honor de la santa, patrona de la diócesis.

Cada cuadra y media, la columna se detenía y el guía pedía a representantes de una parroquia diferente que cargaran la imagen tomando las andas de manos del grupo anterior.

En cada pausa, cada párroco bendecía a los devotos con las reliquias de Santa Rosa tomando el relicario con los extremos de la capa humeral -la misma que se usa para la bendición con el Santísimo-. Una vez hecha la bendición, capa y relicario eran entregados a otro párroco para repetir el acto.

Finalizado el recorrido, se invitó a los fieles a ingresar al templo donde se entonó la canción "Rosa de Lima" y el Himno Nacional Argentino. Luego una religiosa chilena de la comunidad de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, rezó una oración por los mineros atrapados en las profundidades ante la imagen de Santa Rosa, y el prelado bendijo a los presentes con las reliquias de la Patrona.

“Contemplando la vida de Rosa, nos queda la enseñanza de que la vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás. Ella, por el caminito de la obediencia, el silencio y el sacrificio, nos demostró que el Evangelio nos ayuda a descubrir que un cuidado enfermizo de la propia vida atenta contra la calidad humana y cristiana de esa misma vida. Se vive mucho mejor cuando tenemos libertad interior para darlo todo”, recordó.

Monseñor Poli también destacó la fe eucarística de Santa Rosa, al señalar que “ella tomaba de cada sacramento del amor lo que necesitaba para su entrega sin reservas. Y sin moverse de su pequeña celda, Dios le dio la gracia de estar presente en cada misa celebrada en los templos de Lima”.

“Conocemos que imitando a su Amado, que no vino a ser servido, sino a servir, lavó los pies de indios, mulatos y negros, hombres y mujeres, y cultivó una delicada caridad sin excluir a nadie”, subrayó.

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