El domingo 6 de junio, en una celebración eucarística realizada en la plaza Jósef Pilsudski, en la capital de Polonia, Varsovia, en la que participaron más de mil sacerdotes y decenas de miles de fieles, fue beatificado el padre Jerzy Popieluszko, mártir, asesinado por la policía del régimen comunista el 19 de octubre de 1984.
El padre Popieluszko “con las únicas armas espirituales de la verdad, de la justicia y de la caridad buscó mantener y testimoniar la libertad de su conciencia de ciudadano y sacerdote”.
Lo dijo monseñor Ángelo Amato SDB, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, durante la misa de beatificación de este sacerdote polaco, que presidió en representación de Benedicto XVI.
El padre Popieluszko era el capellán del sindicato Solidarnosc (Solidaridad), una federación sindical autónoma e independiente polaca, nacida de las luchas obreras y campesinas por la libertad sindical y en contra del Estado socialista.
Antes de la misa, se rezó un rosario que fue presidido por Marianna Popieluszko, madre del nuevo sacerdote beato, de 90 años de edad.
En la celebración participaron fieles de diferentes lugares de Polonia, así como miembros de Solidarnosc.
En la plaza ondeaban las banderas de Polonia y las de este sindicato y se percibía el entusiasmo y el fervor de los miles de fieles polacos.
Cerca de cien obispos (varios de ellos cardenales y arzobispos), concelebraron la eucaristía. Entre ellos se encontraba el cardenal William Joseph Levada, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
También los cardenales Stanislaw Dziwisz, arzobispo de Cracovia (Polonia); Józef Glemp, arzobispo emérito de Varsovia (Polonia); Franciszek Macharski, arzobispo emérito de Cracovia (Polonia); Henryk Roman Gulbinowicz, arzobispo emérito de Wroclaw (Polonia); Adam Joseph Maida, arzobispo emérito de Detroit (Estados Unidos); y Kazimierz Swiatek, arzobispo emérito de Minsk-Mohilev (Belarús).
Concelebraron también el nuncio apostólico en Polonia, monseñor Józef Kowalczyk; el nuevo primado de Polonia, monseñor Kazimierz Nycz, arzobispo de Varsovia; y varios prelados de los vecinos países: República Checa, Lituania, Bielorrusia (Belarús) y Ucrania.
En su homilía monseñor Amato dijo que “el sacrificio de este sacerdote no fue una derrota, porque sus verdugos no pudieron asesinar la Verdad”.
“La trágica muerte de nuestro mártir fue el inicio de una conversión general de los corazones al Evangelio”, aseguró, y añadió que “la muerte de los mártires es la semilla de nuevos cristianos”.
Después de la misa de beatificación, las reliquias del beato Popieluszko fueron trasladadas en una procesión en Varsovia que recorrió 14 kilómetros.
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